Sobre la película por Nicolas Philibert
En 1986, la suerte me sonríe. La película Christophe, que acabo de terminar, ha tenido un cierto eco en el mundillo del cine de montaña: recibe premios en festivales especializados y la compran varias televisiones extranjeras. Hay que decir que desde hace algún tiempo, las películas de "deporte aventura", como se decía entonces, asisten a una auténtica explosión, en el momento en que empiezan a desarrollarse nuevas prácticas: parapente, surf, descenso de cañones, rafting, snowboard, barefoot, salto con elástico, etc. Las cadenas de televisión siguen este movimiento. TF1, Antenne 2 y France 3 les dedican, cada una, un programa semanal. Esta efervescencia mediática hace escuela: los “aventureros” se multiplican. Para financiar sus proyectos, buscan patrocinadores, que cambian aportación financiera por imágenes…
El campo de la alta montaña no escapa a estos tiempos de cambio. Teniendo en cuenta que todas las cimas de los Alpes no sólo han sido “conquistadas”, sino que lo han sido por todas las vías posibles, desde todas las caras y desde todos los ángulos - en verano, en invierno, en solitario, etc - hay que inventar nuevos desafíos, de ahí la aparición del concepto de "encadenamiento" que conocerá un auge extraordinario en los años 80. Otro fenómeno nuevo será la aparición del cronómetro. Hasta ahora, el prestigio residía en la dificultad de la ascensión realizada, independientemente de lo que se tardara en hacerlo. Pero desde hace unos años, ha aparecido una nueva generación de alpinistas que no duda en lanzarse por las vías más complicadas en “solo integral” o, dicho de otro modo, sin cuerda ni ningún otro sistema de sujeción. Uno sube solo, sin sujeción y, una vez arriba, se baja en parapente o ala delta. Los horarios se pulverizan.
Christophe Profit es de esos. El 30 de junio de 1982 entra de lleno en la Historia del Alpinismo escalando la “Directa Americana” de la cara oeste de los Drus en 3 horas 10, cuando los mejores encordados necesitan un día y medio para hacer la misma vía. Tiene sólo 21 años. En marzo del 85, se adjudica la cara norte del Eiger en 10 horas, mientras que las dos ascensiones invernales en solitario de esta misma pared, realizadas por un japonés, primero, y un francés después, les costaron, respectivamente, 8 y 6 días a sus autores.
A finales de 1986, prepara la ascensión “encadenada” de las tres mayores caras norte de los Alpes - Grandes Jorasses, Eiger y Cervino - y me propone que haga la película retrato de tamaña cabalgada. Después del rodaje en los Drus, concebido como un rodaje de ficción (remake de su hazaña de junio del 82, necesitamos varios días para "reconstituir", plano por plano, la continuidad de una ascensión que se supone se realiza durante unas pocas horas), la perspectiva de una película rodada, esta vez sí, en tiempo real, me resulta muy atractiva.
A principios de enero, me reúno con Christophe en su casa, en Chamonix. Está metido de lleno en su proyecto y se prepara minuciosamente con ayuda de Sylviane. Régimen alimenticio estricto, entrenamiento diario: escalada, esquí de fondo, cascadas de hielo, footing... Dieciocho meses antes, ya ha “encadenado” por primera vez las tres caras míticas - ¡y en 24 horas! - pero era en verano, mucho más “fácil”. Esta vez, cree que tardará unas 40 horas.
Las caras norte de las Jorasses, el Cervino y el Eiger, durante mucho tiempo denominadas “los tres últimos problemas de los Alpes", son las más prestigiosas para los alpinistas de todas las generaciones; no sólo porque fueron escenario, en el pasado, de aventuras legendarias – con frecuencias dramáticas – sino, porque su dificultad, su amplitud, el esfuerzo que exigen siguen cautivando los deseos y alimentando los fantasmas de los más osados. Con sus 1.650 metros de desnivel, la del Eiger es sin duda la más impresionante y la menos hospitalaria de las tres. Vertical, si no inclinada hacia fuera, en dos tercios de su longitud, esta gigantesca muralla calcárea, continuamente helada, se ve frecuentemente barrida por desprendimientos de piedras. La cara norte del Cervino ofrece una imagen más deslumbrante. Es la montaña por excelencia, la pirámide perfecta. Pero la roca no es de buena calidad y suele verse sacudida, también ésta, por desprendimientos de piedras. Por último, inmensa barrera tan ancha como alta, alzándose por encima del Mar de Hielo, la cara norte de las Grandes Jorasses reúne varios itinerarios "mixtos", que conjugan pasillos de hielo y promontorios rocosos y que no ofrecen escapatoria.
Con ayuda de fotos y mapas, Christophe me expone su itinerario con todo detalle. La víspera del día D, subirá al Refugio de Couvercle, del que saldrá hacia las doce de la noche, después de haber dormido un poco, para dirigirse al pie de las Jorasses, desde donde cree poder empezar la ascensión a eso de las 3 de la mañana. Una vez en la cima, que espera alcanzar a media mañana, se lanzará en parapente en dirección a Courmayeur, en la vertiente italiana del macizo del Mont-Blanc, en donde le esperará un amigo con el coche. Llegará a Chamonix, desde donde volará en helicóptero hasta el pie del Eiger, en el Oberland de Berna. Después de la cara norte del “Ogro” (Eiger) y un nuevo vuelo en parapente, un helicóptero le llevará al Valais… en donde ya ¡sólo tendrá que escalar el Cervino!. Aparentemente simple, la organización del proyecto es más complicada de lo que parece, sobre todo por insondables motivos jurídicos: en principio, un helicóptero francés no puede sobrevolar el territorio Suizo… y al revés. En cuanto al rodaje propiamente dicho, es un auténtico quebradero de cabeza. Trayectos en coche, vueltas en helicóptero, pasos de aduana con el material cinematográfico, cargar la película en las cámaras, sujeción de los técnicos en caso de que el helicóptero les dejara en plena pared, comidas, bebidas calientes, sitios para dormir… las dificultades de tipo logístico son incontables y nos hacen comprender, casi de inmediato, que necesitaremos tres equipos autónomos y, como mínimo, dos helicópteros, sin contar el que utilizará Christophe para ir de un macizo a otro. Vamos a tener que revisar el presupuesto al alza.
Entre tanto, filmo un poco a Christophe en los entrenamientos y me vuelvo a París para empezar con la preparación. A las dificultades ya mencionadas, se añaden todas las que son consecuencia del frío. El material es objeto de nuestras mayores atenciones. No podemos permitirnos que una de las cámaras nos deje tirados a mitad de camino. Se alimentarán con baterías de litio, que se supone resisten a temperaturas de 40º bajo cero. A mediados de febrero, todo está listo. Aunque seguimos teniendo una incógnita: ¿qué tiempo hará? Será precisamente el tiempo quien nos marque la fecha de inicio del rodaje. Todo el equipo está en stand by. Christophe llama todos los días, por la mañana y por la noche, a las estaciones meteorológicas de Chamonix y del aeropuerto de Ginebra. Enseguida, me entero de que no tendremos la exclusiva de las imágenes... ¡ni mucho menos! Antenne 2, Paris-Match, Europe 1, la Televisión Suiza Romanda, el Equipe Magazine y la revista de montaña Alpirando también están invitadas. ¿Cómo conseguirá Christophe mantener toda la concentración necesaria si tiene que escalar rodeado de un enjambre de helicópteros? Cuanto más tiempo pasa, más presión. Cada vez duermo peor.
El 9 de marzo, después de tres semanas de tiempo grisáceo, nos anuncian por fin un resquicio de buen tiempo. ¡Buen tiempo, frío y seco! Christophe nos confirma que las tres caras están en buenas condiciones: cubiertas de hielo vivo y no de nieve blanda e inestable. ¡Bingo! Corriendo a Chamonix. Última reunión. Por enésima vez, pasamos revista a todas las operaciones: desplazamientos en coche, rotaciones en helicóptero, bajadas en pared, material, cargadores de las cámaras, bocatas, carné ATA para las aduanas, alojamiento, etc. Cada técnico tiene consignas muy precisas. Los medios de comunicación también están presentes: las radios, las teles, Paris-Match... Si no queremos pisarnos o pegarnos por un sitio en un helicóptero, vamos a tener que establecer una reglas de buena conducta entre todos nosotros. Es la primera vez que un alpinista va a escalar “en vivo y en directo”. Estamos entrando en una nueva era. Aunque había resistido mucho apartado del circo mediático, ahora le ha llegado el turno al alpinista, también él ha sucumbido.
Evidentemente, este aspecto hará que corran chorros de tinta. Algunos hablarán de herejía. Criticarán que Christophe Profit utilice un helicóptero, su preparación física, planificada al milímetro, el seguimiento médico, comparable al de un deportista de alto nivel. Le acusarán de haber transformado la montaña en un circo y de haber orquestado personalmente el baile de medios de comunicación. Aún así, la hazaña conseguida seguirá siendo excepcional por las cualidades físicas y mentales que exige. Entonces, ¿qué es Profit, una máquina de escalar? ¿Un tarado? ¡Nada más lejos! Christophe, sensible y cariñoso, ha conseguido lo extraordinario en montaña sin perder un ápice de su inmensa sencillez.